martes, 3 de noviembre de 2009

A propósito de un hexagrama.

Al cabo de las noches,
largas y frías,
del miedo y las angustias liberadas de sus jaulas
con el corazón en la mano
atravesado de pena y encostrado tras el viaje
y las batallas,
regresa el soldado
con su nueva alma,
remendada de heridas secas,
con el paso cansado,
las botas viejas,
el escudo lacerado,
la espada casi sin filo.

Pero en el abismo de su sueño,
aún encendida,
la llama de lo puro se mantiene,
cavilando con las brisas,
pero aferrada a su mecha.

Es la vida
la que por sus propias manos
se sostiene a lo que sabe
es la fuerza que la guía,
la intuición, casi lejana,
de un presente tan suyo.

Y el soldado no mira atrás,
no ya no,
porque las fuerzas que le quedan son
para llegar a casa solamente,
donde lo espera aquello
por lo que fue a arriesgarlo todo.

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