duelen las carrozas del invierno
en los huesos,
viejos hierros herrumbrados
en los clavos de su cruz
bajo el cielo
pesan los redobles
del ocaso
tras tanto pesar
la muerte
insiste la penumbra
a pesar de los soles en las manos,
acribilla la tristeza
por la muerte del olvido
se acurrucan las palomas
en cada memoria
que poco a poco
terminan su penar,
y va quedando nada
que recordar.
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